sábado, 16 de enero de 2010

Banderitas y globos


No entiendo a mis vecinos, en gran parte debe ser porque trato de mantener el menor contacto con ellos. Los sospecho olfateando como sabuesos la brisa detrás de los tapiales, rastreando alguna hebra de humo que me ponga en evidencia. Acrecienta mi sospecha sobre ellos que dejan de hablar inmediatamente cuando entro al almacén.
Lo que me produce indignación es esa falsa realidad en la que habitan, si no saben nada de mi, ni les importa en realidad, ¿porque debería de saludarlos? En cambio ellos insisten en sostener una fingida amabilidad, saludarse cuando se cruzan con un, que tal, como esta usted, doña Murrieta, muy bien y usted don Garcharello, seguro se despellejan mutuamente cuando ingresan a sus casas.
El boludo de la esquina, al que conozco un poco más de tanto tiempo haber observado a su chiquillas ir desarrollándose, por cierto, de manera muy incitante, es un pobre tipo. Se nota que su mujer lo domina, no sólo porque es más alta y atlética que él, si no por la forma en que siempre lo trata. Lo he visto sudar empujando el Fiat para darle arranque mientras ella mateaba con aire indiferente en al asiento del acompañante. Pero lo que más me indigna es que hace unos días noté que se le dio por pegar dos sendas calcomanías en la luneta del 147. Banderitas argentinas, patrióticas e inofensivas, que en lugar del sol guerrero exhiben las inscripciones, “estamos con el campo” una, “todos somos el campo” la otra. Tardía toma de conciencia la del boludo, lo cual empeora más las cosas. Porque de haber colocado los adhesivos patrio-sojeros al comienzo de la pelea por los excedentes que en este país se generan a fuerza de contaminación, monocultivo, atraso industrial y negreo, baya y pase. Uno podría tener en cuenta en la valoración que el pobre tipo es un boludo, que va a misa los domingos porque ellos siempre fueron católicos –aunque su ascendencia afro se le salga por los poros y le tiña la piel –, que lava el auto los domingos, que escucha Mitre y mira el programa de Mauricio Antematen, que se lo propuso su mujer porque la señora dijo en el programa que ella estaba con el campo, en fin, que lo madrugaron y se ensartó con las calcos. Vimos ilustrados progresistas caer en la misma, ni qué hablar de la ultraizquierda, ¿que daño podría hacer un boludo? Pero no, el tipo las puso hace unas semanas, calculo, como preanunciando la contraofensiva para este año. Quiere decir que tuvo tiempo para pensarlo, para ver el acto en movimiento, para evaluar en que lugar está parado, y eligió. Desde ese momento, le noto como un aire de orgullo en su postura, como un contento de boludo (boludamente) emancipado. Sospecho que se siente un Garetto un Llambías o un Deangeli – ese sí que tiene huevos – conduciendo su Fiat colorado y destartalado, que desde luego lo ha de ver como una cupe roja modelo 90, defiende al campo porque es la riqueza de nuestro país, él y su mujer piensan lo mismo que Mirta, con quien almuerzan desde que están casados, y cuando entra a su casa, se cuida de cerrar siempre el portón, y sospecho que no la ve como una casa a medio terminar a la que durante estos veinte años de madrugones y asistencias perfectas al trabajo no pudo hacer revocar, si no que ante sus alelados ojos es un chalet con ladrillos vistos.

viernes, 8 de enero de 2010

Incoherencias

Una sociedad sin ideales ni ideologías, donde reina el pragmatismo y el cinismo, encumbra millonarios, deportistas, pastiches del triunfalismo y la vida boba, encuentra sus mártires en las víctimas del robo calificado, de los accidentes de tránsito, del asesinato policial, de alguna catástrofe de magnitud. Y aclama como héroes a los sobrevivientes de secuestros extorsivos a los transplantados con éxito, a los deportistas que lograron dar vuelta un resultado adverso.
Y la política suele representar de manera hiperbólica esta situación. Digamos como ejemplo que, Julio Cóbos, acaba de lanzar su campaña presidencial contra la corrupción, el autoritarismo y la inmoralidad del gobierno que representa.
Caso raro el de los radicales, fundar un partido que, en cualquier caso, llegado el momento, invertirá las ideas y argumentos que lo han encumbrado, volviéndose incluso contra sus propios votantes. Juega al perro que se muerde la cola, aunque lo del perro no pasa de ser un juego.
La toma universitaria de Redrado en el Banco Central es una escena más, con manifestantes y visitantes que amenazaban opacar el velorio de Sandro en el Congreso, si, en el Congreso. Suena tan descabellado el acontecimiento que su defensa coloca en offside a quien sea. Sin embrago allí acuden los medios que inmediatamente desenfundan sus dos diccionarios para explicar el hecho. Uno negro para clarificarnos que el gobierno lanza un artero manotazo a la caja de todos los argentinos para pagar deuda ilegítima e ilegal que no sabemos quienes ni con qué fines la habrán contraído, que esto posibilitaría contraer más deuda y, no somos giles, quién quiere comprar deuda? Además la inflación se iría por las nubes. Defender la posición del gobierno entonces es caer en la imbecilidad o envilecernos bajo los influjos de la billetera mágica de los K. Con el diccionario blanco, el periodismo independiente nos explicará que Redrado es algo así como un superhéroe que cuida de nuestro dinero ante los embates de una mujer enceguecida de ambición y maldad, que claro, como se está ahogando tras la derrota del 28 tira sus manotazos, de ahogado. Y es todo tan simple…
No pidamos coherencia en este escenario, tampoco el Frente para la Victoria la tiene, ya que de política se trata. No podremos encontrarla en Pino Solanas, no le importa quiénes son sus aliados. Pues tiene un objetivo. Es la política desatada la que da sentido a un diccionario tan contradictorio, tan caprichoso en su aplicación.
Hace un tiempo Carlos Raimundi estuvo en el programa 6 7 8 de canal Siete, allí, entre otras cosas, afirmaba que el progresismo tiene un solo capital que es la coherencia, pobre capital en estos tiempos si es que el objetivo de ese progresismo es tomar el poder del Estado.

martes, 5 de enero de 2010

Murió Sandro, viva el rock


Quienes solemos disfrutar de eso que tan genialmente describe Capusoto, es decir, el rock, nunca padeceremos lo que hoy los fanáticos de Sandro. Es que esa música extranjera y extranjerizante, tan diferente a la del Sandro de América, tan Argentino el, tan parecido a Elvis Presley, ha dado a luz a ídolos que ya en nuestra tierna adolescencia o juventud les daba por morir trágicamente, de una sobredosis, o directamente suicidarse, dejándonos a pata en mitad del camino. Sólo mencionare aquí a Kurt Cobain, pero usted, amigo rockero, sabrá agregar los restantes nombres de la extensa lista de músicos y cantantes que como los buenos ilusionistas desaparecieron sobre el escenario, dejándonos ese extraño sabor a estrella fugaz en la boca.
Pero tenemos suerte los rockeros, nunca veremos a nuestros incipientes ídolos descomponerse ante nuestra admiración, siempre tendrán el tino de morir jóvenes. Aunque me temo que ese tipo de ídolos ya no existirán en adelante, los rockeros digo.
Solo mi madre puede alegrarse de ver bien a Charly García. En realidad es patético ver a quienes alguna vez encarnaron la rebeldía misma con sus letras y actitudes, envejecer y engordar diciendo que ya no es lo mismo sin las drogas y el alcohol, pero que vale la pena seguir viviendo mientras preparan su próximo show en obras. No podemos criticarle eso a Sandro, nunca fue rockero como Charly, o mejor dicho, nunca fue rockero, como Charly…
Quienes hayan seguido la carrera de Joaquín Sabina, conocen la sensación de la que estoy hablando. Calamaro se está poniendo gaga, a Espineta cada vez se le entiende menos, el Indio está gordo y millonario, es probable que Pity Alvarez se rehabilite y siga haciendo canciones infantiles. Pronto se pondrán cascarrabias por ese presente y empezarán a maltratar a la prensa para recobrar un poco de dignidad aunque sea.
Hay ciertos ídolos que no deberían perdurar, a algunos se les puede aceptar llegar a viejo, pero no a un rockstar. Hasta Papo lo entendió a tiempo. Es muy duro ver como tu ídolo adolescente envejece, hecha panza, vive en un country y quiere formar una familia, pierden la gracia.
Hay ciertos ídolos que deben guardar una distancia prudencial con su público, tal vez esto no lo alcanzó a entender John Lennon, pero es así, como un amor truncado que mantiene su fuerza y presencia, por lo que pudo ser y no alcanzó, y por eso es ideal.
Pero somos afortunados los que preferimos el rock, nunca idolatraremos a personas reales, que se hacen encima, les falta el aire o se disculpan ante sus familias, nunca alcanzaremos a idolatrar completamente a nadie. Nunca veremos a nuestros héroes lloriquear y pedir a dios por cinco minutos más de vida.
Hay ciertos ídolos que se engrandece al haber muerto jóvenes porque nos dejan esa sospecha de que en realidad eran demasiado buenos para este mundo, como Gardel, como Discépolo, de que en realidad el mundo no se les volvió bueno con la fama y el dinero.