martes, 11 de mayo de 2010

El pintor

Por: Fernando Canale.

Un chirrido estruendoso lo despierta a las seis de la mañana. Mientras se levanta y prepara su mate cocido, piensa que le falta revocar el frente de su casa. Hasta ahora no ha tenido tiempo ni plata para hacer el trabajo, ya que ni la reseca ni el patrón le dieron tregua estas últimas semanas. De todos modos, parece que a su padre la gusta así, tal vez como una forma de no olvidar nunca que alguna vez tuvo que pelear a brazo partido con la fiera miseria. “Orgullo de vasco”, piensa en voz alta mientras se afeita su barba de lagartija.

Mientras se viste con su mameluco harapiento, escucha la bocina de la camioneta de su patrón, que como siempre llega horario. “Dale, metele, que llegamos tarde”. Sin importar el frío o el calor del momento, el lugar asignado es algo que nunca cambia. Disciplina del obrero le llaman, y como el resto de la tropa no se ha quejado nunca, no ve ninguna razón para innovar en este terreno; ya que no es cuestión de armar una revuelta en la granja y que lo tilden a uno de sindicalista o empleado descontento.

Recorriendo las mismas esquinas de los últimos cuatro meses, nota que la gente lo mira raro, con una indiferencia singular. “Debe ser por este porquería que me pongo, ¿!y con quieren que pinte, con un saco de oficinista?!”. Muchas veces se imagino lanzándole el balde a uno de esos gansos que lo miran disimulando el desprecio, pero nunca tuvo el coraje ni la valentía de arruinar un instrumento de trabajo por tan poca cosa.

Llega a la obra y luego de saludar al resto de los muchachos, se pone a trabajar. “Deja que la mano se mueva sola, así se trabaja mejor”, le decía el patrón en sus primeros días. Y durante el frenético vaivén de pinceladas la mano se disocia y adquiere tal independencia que parece un ser extraño a su voluntad. No se siente infeliz trabajando, ¿como sentirlo?, si él no está ahí, sólo son su mano y pared los que existen, como un vínculo sagrado ante el cual nadie puede interponerse.

Alguna vez escucho que “las paredes hablan”, para las que él pinta son siempre testigos mudos que sólo le devuelven indiferencia. Pasadas tres horas, su mano sigue y sigue a un ritmo vertiginoso que solo interrumpe algún comentario de sus compañeros. “Vos sabes que el sábado estuve con la Chiqui, nos chupamos una damajuana entera, y después el clásico mete y saca”. Ríe, y en ese momento recobra la conciencia que su mano le pertenece, pero no por mucho tiempo, porque sino no terminará el trabajo, y al patrón le paga a obreros y no a filósofos de café que se pierden en creaciones inmateriales.

Pedro continuará así durante 2 semanas más, y cuando termine la obra, los ladrillos que exhibían su cruel desnudez; se transformaran en agradables paredes pintadas de color pastel que cobijaran a un abogado, o algún empresario pujante en estos tiempos de bonanzas. Dignos señores que tendrán a su disposición a una de esas mujeres que venden sus curvas al módico precio de una linda casa y un auto último modelo. Y luego, volverá para Pedro, la intemperie del ocio, junto a la extraña convicción de que ha recuperado su mano. Y se preguntará nuevamente: ¿Para que sirve una mano propia sin un céntimo en el bolsillo?

Posiblemente, la familia que habite este lugar jamás conocerá que allí hubo una mano sin nombre que le brindo colores a esa cárcel de cal y ladrillos; tampoco, sabrán que esa mano pertenecía a un hombre que el anonimato y la pobreza se encargaran de enterrar día a día en el olvido. Y no es por indiferencia, ni desagradecimiento a una labor tan bien realizada, que nadie recuerde al hombre detrás de la obra, sino simplemente, por el inevitable designio de que las paredes no tienen memoria.

3 comentarios:

  1. Excelente Fernando! La verdad es muy bueno! Un Abrazo.

    Ah! Vale la aclaración: aunque mis comentarios figuren como E.S.T.E.R. (el nombre de la banda)son míos. Lo que suceda es que para comentar tenés que tener una cuenta ya creada, por esto, como yo ya la tenía con mi mail, usé esa. Nos vemos pronto. Gastón W.

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  2. los olvidados..los otros..los que están tras la pared son los que no tienen memoria, conciencia de la pobreza, de las manos cansadas y alienadas al trabajo forzado...de tener que pintar y mejorar las "fachadas" de las casas de aquellos que tras esa impronta se esconden......... fera

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  3. Creo que de éste tipo de cosas, hablaba Marx, en su texto "El fetichismo de la mercancia", en el sentido de en el tipo de relaciones que se establecen en el sistema capitalista, aparte de la alienacion del trabajo que padece el obrero, esta el olvido, la ignorancia o la invisibilidad del trabajo humano contenido en los productos que genera el mismo. Vemos el la cosa o las cosas y los fantasmas que nos crean sobre ellas la publicidad, pero nunca pensamos en las manos de los hombres que trabajaron detras. El valor del trabajo humano es menospreciado por el valor que determina el mercado. Sólo vemos a los dueños del mundo y su brillo y olvidamos a los constructores, a los hacedores que con su trabajo alienado y explotado sostienen el escenario de ese teatro.

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