jueves, 15 de abril de 2010

El milagro de la inflación


El bolsillo de los trabajadores es un termómetro que sirve para medir la inflación real, pero también el grado de oposición frente al gobierno nacional de un determinado comerciante. Si prestamos atención a la increíble diferencia de precios que puede haber para un mismo producto entre uno y otro comercio, entre uno y otro informe televisivo, y relacionamos esta variable dependiente (precio) con una posible variable interviniente (posición frente al gobierno nacional), llegamos a la conclusión de que mientras mayor es el rechazo al gobierno, mayor también es el precio de los productos de la canasta básica. Técnicamente, rechazo al gobierno nacional y precio de los productos básicos o de consumo masivo, son directamente proporcionales.
También hay una constante entre almaceneros, kiosqueros, verduleros, carniceros, todos coinciden en la increíble capacidad de los entes para ejercer modificaciones sobre nominaciones que a nuestros ojos parecerían materialmente imposibles. “Y los precios suben”, suele decirme el almacenero que es un acérrimo opositor del gobierno nacional, pero un neófito en materias filosóficas. Es decir, el ente huevo, por ejemplo, tiene la capacidad de subirse el precio, o el precio tiene voluntad y por ello sube por sus propios medios, unos cincuenta centavitos por mes, porque también tiene la capacidad de ser moderado. Así, como por arte de magia, los precios se elevan, y nadie puede hacer nada contra este irrefrenable deseo del pollo de convertirse en lomo o de valer lo mismo que el asado. ¿Que podría hacer el mortal Guillermo Moreno contra semejante fenómeno?
Así como en otros tiempos teníamos a la virgen que lloraba sangre o a los panes y peces que se multiplicaban, ahora tenemos a la papa que sube o al pollo que es lomo. Ello dependiendo del almacén en que hagamos las compras. Yo elijo el de mi amigo Carlitos, que sigue siendo peronista pero está bien con el gobierno nacional (la patrona se jubiló el año pasado, me confesó en alguna oportunidad), y sus productos serán modestos, no tan milagrosos como en la otra cuadra que no paran de valorizarse, pero más sinceros con la realidad.

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